Autonomías territoriales: un mal camino
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La centralización es uno de los problemas endémicos de nuestro país. La concentración excesiva de atribuciones y recursos en la capital opera en desmedro del desarrollo armónico de Chile a lo largo de todo su territorio. Sin embargo, un diagnóstico correcto y compartido no asegura que sea correcta cualquier solución que se proponga.
En efecto, la experiencia comparada demuestra que la definición constitucional sobre la forma de organización del Estado es menos determinante que la calidad de las políticas públicas en la materia. Por ejemplo, Argentina es un país federal que, sin embargo, padece de un marcado centralismo político y económico. Dinamarca, en cambio, es un país unitario que gasta más del 60% de su presupuesto en sus regiones, superando a países federales como Alemania.
Hay serias dudas sobre la capacidad del Estado para articular entidades territoriales con facultades superpuestas y excluyentes.
Aunque nuestra Convención Constitucional declara que el territorio nacional es “único e indivisible”, está pavimentando el camino hacia un modelo federal. En efecto, el texto propone la creación de “regiones autónomas, comunas autónomas, autonomías territoriales indígenas y territorios especiales”; las cuales gozarían de “autonomía política, administrativa y financiera”.
Lo anterior no sólo amenaza la unidad del territorio chileno. Además, genera serias dudas sobre la capacidad del Estado para articular de manera coherente entidades territoriales que tienen facultades superpuestas y excluyentes. Un modelo como el propuesto puede generar un crecimiento desmedido del tamaño del Estado, acompañado, paradójicamente, por un notable debilitamiento y pérdida de eficacia.
Un ejemplo claro de estas dificultades es la creación de las autonomías regionales indígenas, en aplicación del carácter plurinacional de la República de Chile. El legislador se verá obligado a definir sus atribuciones y ámbito territorial, en circunstancias de que las poblaciones indígena y no indígena conviven en los mismos territorios. En el caso de los mapuches, apenas un 18% vive en la Región de La Araucanía, mientras que un 35% vive en la región Metropolitana.
Así, un modelo como el propuesto puede agravar el problema, generando odiosidades étnicas, y disminuyendo la eficacia de las instancias regionales que se busca fortalecer.